La cruda realidad. Aceptar que el viento sigue soplando, que hay que crecer e ir afrontando las nuevas responsabilidades, adaptándome al nuevo ambiente, ya no hay tareas con crayolas, solo libros y algunos pinceles por no dejar, se acaban los ojos con brillor, las sonrisas mas espontaneas y sinceras jamás percibidas, los brinquitos de felicidad mejor dados en la vida, se acabaron las lagrimas caprichosas, los payasos, se acabo. Solo quedan las fotos y los recuerdos.
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